viernes, 19 de junio de 2009


Desde tiempo inmemorial, toca subir en Peregrinación al Santuario de Nuestra Señora del Patrocinio, de La Bufa, a los mineros de la famosa Mina de ‘El Bote, célebre por sus ricos filones de oro y plata y por sus mineros valientes y decididos.

Aquel año el entusiasmo de los mineros era desbordante; debido a que realizaban su más caro anhelo de obsequiar con el producto de sus donativos, una corona a su Augusta Reina, la Virgen del Patrocinio.

La montaña presentaba un aspecto alegre y pintoresco, la inmensa multitud de zacatecanos la invadía, podía decirse que toda la población se congregaba allí, pues por ser domingo casi todas las familias se habían ido a pasar el día a nuestro hermoso cerro. El Crestón” grande era un verdadero racimo humano.

En la falda del cerro había multitud de tiendas de campaña, de puestos de tunas, frutas y refrescos, más allá las indispensables fondas y cantinas y en último lugar el Volantín y los juegos de azar.

De todo había y para todos los gustos. Dentro del atrio la banda de música amenizaba la fiesta y las danzas típicas divertían a chicos y grandes, las muchachas burlando la vigilancia materna, se escabullían entre la multitud, encontrándose con sus novios y gozando lo más que podían la rara oportunidad.

A las cinco de la tarde, se formó la Peregrinación en el Pozo Grande, adelante la Banda de Música, los Mariachis y las danzas que fueron a encontrarla. El Porta Estandarte de la Corporación, era aquél año Saturnino Frausto, el capataz, muchacho trabajador y atento cuando estaba en su juicio, pero borracho; una calamidad.

Detrás de él, dos fornidos mineros llevaban un dosel de terciopelo y oro, con las armas Pontificiales, después veinticuatro gruesos cirios con pesados candeleros de bronce, eran llevados por otros tantos mineros, más atrás un grupo de muchachas vestidas de blanco llevando diferentes piezas de un ornamento sacerdotal; entre ellas destacándose por su belleza, iban Panchita, la muchacha más linda del barrio de Los Caleros’, ella llevaba sobre un cojín de terciopelo rojo, la hermosa corona de oro y pedrería, el obsequio mejor que se hacía aquel año. Después todas la mujeres de los mineros llevando ramos de flores naturales y artificiales, y por último, los polvoreros’, una multitud de hombres cargando gruesos paquetes de cohetes y tronadores de todas clases, el que los capitaneaba era Isidro Ruiz, rival de Saturnino en el amor de Panchita.

Ella linda y coqueta, a los dos esperanzaba sin decidirse por ninguno, y como ambos la apremiaban les dio de plazo ese día para contestarles definitivamente a cual de los dos quería; y los dos ardían de celos por ella.

La comitiva se puso en marcha a los acordes de la Marcha Zacatecas, subían lentamente a causa de los danzantes que danzaban sin cesar. Al fin llegaron al Atrio del Templo donde fueron recibidos por el Capellán, las campanitas fueron echadas a vuelo, la multitud se formó en dos filas para ver pasar la peregrinación y admirar los obsequios, al llegar a las puertas del Templo, todos se arrodillaron y entonaron un himno: ¿quién es la estrella que a las almas guía?.

“La Reina del Cielo, la Virgen María.”

Dentro del Santuario ardía como una ascua de oro, la Virgen sonreía desde su trono. Como el Templo es muy pequeño e insuficiente para contener a la enorme multitud de peregrinos, estos no se detienen, sino que depositando sus ofrendas al pie del altar; salen inmediatamente por la puerta de la sacristía, una vez fuera, buscan a sus amigos, y a divertirse. Panchita entre un grupo de amigas pretendía escabullirse de sus amartelados, pero no lo logró, porque Isidro, que no la perdía de v se interpuso en su camino y la invitó a dar unas vueltas en el Volantín, aceptó la muchacha a condición de que sus amigas la acompañaran, Isidro no se opuso aunque hubiera preferido ir solo con ella. Subiendo al volantín, se sentaron muy juntos, Isidro mandó a las cantadoras que cantasen ‘Te he de Querer’ más su escarceo amoroso fue interrumpido por Saturnino, que subiéndose a la plataforma y cogiendo del brazo a Panchita le dijo “perdón si interrumpo, pero tengo permiso de tu mamá para llevarte a cenar” la muchacha dócilmente se fue con él sin despedirse de Isidro, las cantadoras con sus roncas voces cantaron “Porque en el mundo tu fuiste traidora, la mancornadora de mi corazón”.

Isidro se fue furioso a consolarse a la cantina, más tarde una algarabía de chiquillos anunció que iba a ser quemada la pólvora, todo mundo se arremolinó en torno a los castillos pirotécnicos, Panchita aprovechó la ocasión para dejar a Saturnino e irse con sus amigas, buscaba a Isidro pero no lo hallaba.

Saturnino fastidiado por las evasivas de la muchacha, se fue a la cantina con el propósito de armar pendencia a Isidro, allí lo encontró completamente ebrio, después de varias libaciones Saturnino fue con Isidro y sacudiéndolo bruscamente, le dijo: ven, necesito hablar contigo, a lo que Isidro contestó” ‘aquí y en donde quieras”: y se levantó siguiendo penosamente a su rival.

Los cohetes de luces de colores, tachonaban el cielo, el espectáculo era maravilloso, pero para otros que no fueran los dos enemigos; fueron subiendo por entre los peñascos, Isidro a pesar de que el aire fresco de la noche lo había serenado un tanto, seguía a Saturnino con dificultad, por lo que deteniéndose le dijo: para qué ir más arriba, lo que tengas que decirme, dímelo aquí, Saturnino contestó: está bien hablaremos, y se tomó casi media botella de tequila. Al ver Isidro que su rival no hablaba le preguntó: ¿me trajiste aquí para decirme que en el amor de Panchita sobramos uno de los dos? Saturnino le contestó: “sí y ese eres tú”, y dándole un terrible empellón lo arrojó en el yació; el grito de Isidro se perdió con el estallido de los morteros y las dianas.

Pero los mineros entrevieron la escena y al ver a Saturnino que huía, se apresuraron a cogerlo. Pronto voló ¿a noticia y sembró a consternación en todos, ya que los protagonistas eran muy queridos entre los mineros.

En una camilla improvisada fue conducido el cadáver de Isidro, al atrio del Templo, su matador llegó después custodiado por dos de sus compañeros. Panchita arrodillada Junto a la camilla, lloraba amargamente al ver a Saturnino, le gritó: infame, tú mataste, y era a él a quien yo quería y se desplomó sobre los despojos de su amado.

“Por ti lo hice”, dijo Saturnino y deshaciéndose de sus guardianes huyó entre la muchedumbre que lo rodeaba, nadie pretendió seguirlo.

Arriba, la luna de plata iluminaba la macabra escena, el alma popular de la canción cantaba un corrido:

“Saturnino se les fue
sin esperanza ninguna,
y allí les dejó de prendas,
de prendas, dejó la luna”.